domingo, 11 de febrero de 2018

UNA AMISTAD A PRUEBA DE DISCOS


Arnaldo Guerrero es un amigo del barrio, parte de la pandilla de mis hermanos mayores. En especial, de mi hermano Cesar. Es una de esas amistades que no admiten distancias ni dudas. En los 60’s e inicio de los 70’s, paraban juntos de un lado a otro, escuchaban música por horas y eran inseparables. Algunos los jodían gritándoles: “¡¿Cuándo se casan?!”…

Gran fan de los Beatles, Arnaldo tenía todos los discos. Pero lo que nos admiraba de él era su erudición acerca de todo lo concerniente al cuarteto de Liverpool. Lo que hoy nos puede parecer un conocimiento pueril, en esos días, lo de Arnaldo lo tomábamos como sabiduría pura. Por ejemplo, una noche discutíamos sobre quién cantaba la versión beatle de “Roll Over Beethoven”. Hasta que apareció Arnaldo y dijo: George… Y todos nos pasmábamos ante tanta sapiencia. O aquella noche en que, escuchando ese maravilloso Álbum Blanco, mis hermanos y yo nos enfrascamos en apuestas en saber si era John o Paul el que cantaba “Good Night”… Hasta que llegó Arnaldo y nos dijo: Ringo… ¡Qué bárbaro! Todos aspirábamos algún día a tener tan tremenda ilustración.


Pero muy al margen de su bagaje, el tipo era un guerrero. Y como tal, se aventuró a salir del país e intentar hacerla en los EEUU. Se llevó algunos de sus discos, básicamente de bandas peruanas (We All Togheter, Traffic Sound, etc) y le dejó a mi hermano Cesar toda su colección de los Beatles, lo cual, obviamente, para nosotros fue toda una festividad y un embeleso. Especialmente para mí, que me levantaba de madrugada a mirar aquellas ediciones que, entre nacionales e importadas, daban un vuelo terrible y gaseoso a mis más arrebatados ensueños.

Pero luego, con el transcurrir de los meses, comencé a notar que aquellos maravillosos discos comenzaron a desaparecer. Uno a uno se fueron ausentando de nuestro pequeño espacio destinado a los vinilos. Cuando pregunté a mis hermanos qué estaba pasando con los discos de los Beatles, ellos encogían sus hombros… Los muy insensatos los habían estado vendiendo o cambiando por algún tipo de mercadería. Los alcaloides habían ingresado a mi casa de la manera más díscola y tornamesada. Me enfadé mucho. No podía creer tan tremenda estupidez.


Años después, Arnaldo Guerrero volvió al Perú. Ya era 1979 y el tipo había logrado su cometido en los yunaites. Estaba totalmente establecido. Era un psicólogo de renombre por allá y había regresado al Perú por unos días. Fue recibido como un héroe, desatándose una verdadera fiesta. Pasadas las emociones, mi hermano Cesar y él se quedaron a solas… Nunca supe qué se dijeron, ni en qué quedaron. Tampoco me interesa hoy averiguarlo. Lo único que sé (y creo que es lo más importante), es que siguieron siendo amigos y lo siguen siendo hasta hoy, en pleno siglo XXI, donde Arnaldo, ya retirado de la psiquiatría, ha retomado la patria, a los antiguos compinches y a la vieja vecindad. Al parecer, la amistad entre este guerrero y mi hermano, es a prueba de discos. (Daniel F)   


    

14 comentarios:

  1. Así es, maestro F. El post está bueno. Lo único que no me gusta es que hablen de los Baetles... No me gustan esos niñatos. Pero que se va a hacer.

    Jorge el Chino Mollera.

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    1. Los "Baetles" son históricos, pe, amigo Jorge. Además, el trasfondo de la publicación no es tanto los Beatles, sino la amistad.
      Abrazos!!

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  2. Yo lo hubiera matado en one
    Eso no se hace con la musica

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    1. aaaaaaajjajajaj... Pues pa´qué te digo lo contrario...

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  3. es decir que al regresar le pidió su colección?

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    1. Obvio que recontra obvio... Jjajaj... Lo que se haya conversado, ya quedó entre ellos.

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  4. Ya era hora que publiques algo, F. La última fue hace meses. Estás muy flojo, tío. Pero igual te digo que gracias, está muy buena.
    Adolfo.

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    1. Las actividades y el nuevo libro me están ocupando bastante tiempo. Pero igual trataré de cumplir con este Blog.

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  5. Yo sé esta historia,soy testigo de excepción, los discos desaparecieron casi de un solo golpe, se los dimos al chivo miguel frente a la intensa promesa del césar de que los iba a recoger a los pocos días a cambio de una deuda que se hizo por el maldito pye, fueron adicciones que felizmente quedaron atrás a los pocos años después de 1975,el año de la contingencia, y lo único que nos quedó fue la esquicitez de seguir escuchando la música q nos gusta, forever and ever.

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  6. ¿Alguien de ustedes ha leído un comentario acerca de la música de antaño, y se dan cuenta que es de ti de quien el comentario habla?
    Fue ciertamente con sentido de trepidación que seguí leyendo la nota, y parte de mi vida se vino abriendo poco a poco al mundo exterior. Salí del país hacia Gringolandia, donde residí por muchos años, en 73. Es cierto que antes de irme, dejé mi colección de vinilos de los Beatles, la banda pionera de los 60s, a mi amigo César. Varios patas del 6 y 7 estaban también interesados en el Rock, aunque con diferentes gustos. César parecía ser fan de los Beatles. Trajinábamos la Unidad escuchando la música rock que las pocas emisoras nos ofrecían. Y por supuesto, esperando en nuevo 45 de los Beatles. Ellos seguían llegando. Poco a poco completé mi colección, a la que cuidaba como oro. Poco sabía que era más que oro. Hoy por hoy, una colección así, de los 60s tiene un alto valor monetario en Yanquilandia-- miles de dólares, No sabía que los gringos eran colectores por excelencia.
    Pues bien, dejé mi colección de los Beatles con César como despedida. En los EEUU volví a construir la colección, con el avance de la tecnología: en vinilo, luego en cassette, y finalmente en CD. (Hoy en día, la tengo en digital con formatos como mp3, WAV, FLAC, que son perfectos para su uso en mis clases de inglés). No había un día en el cual no haya tenido acceso a la música Beatle cuando lo quería.
    En una primera visita a Lima en 79, me extrañó que mi amigo César ya no tenía la colección de vinilos, quizás con la excepción de uno de ellos: el Álbum Blanco. Nunca obtuve una explicación precisa de su desaparición. Recién, con la ayuda de Héctor “el Memorioso,” he llegado a saber la triste historia de su desaparición-- la adicción a la música beatle había sido remplazada por otra adicción menos feliz.
    En verdad, quizás esos vinilos no eran para nadie (For No One), y aún los ciclos de la vida continúan (And Life goes on, bra). César y yo seguimos siendo amigos, aunque con menos encuentros, debido a que somos un poco de más de edad y un poco más lentos. (A little bit older, and a little bit slower, from Revolution #9). No hay mucho tiempo para conversar acerca de Rock y de los Beatles. Si alguna vez, un piano riff a la Lady Madonna era suficiente para recobrar el ánimo y seguir hacia adelante, hoy en día, ya no es tan necesario, pues me siento bien (I Feel Fine) con más permanencia.
    Daniel F ha realizado un magnífico trabajo con esta nota tuerta. Le agradezco que, como la música que menciona, haya abierto ese camino de la memoria que hace realidad un pasado casi olvidado en mi vida (In my Life), entre vinilos, y a prueba de vinilos.
    Arnaldo

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    2. Uau, Arnaldo Guerrero, qué gusto que comentes en este humilde Blog. Y más aún con esta modesta y tuerta nota. Pero igual, hay que juntarnos, pues los Beatles (y el rock en general), siempre serán un buen motivo para charlas y candongos. Un abrazote muy muy fuerte!

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  7. Me parece que sólo faltaría que César tome la palabra y dé una explicación, aunque no es tan grave lo que hizo, porque son cosas materiales, pero hubiera cabido alguna disculpa, peor sería defraudar a un amigo con otro tipo de agravio y que nunca sucedió, yo en parte me siento un poco culpable porque estaba también en el asunto, pero el que más se perjudicó fue Miguelito que se quedó con los discos por la deuda q no fue saldada y que no les sirvió de nada pues ni le gustaban.

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