lunes, 24 de marzo de 2014

EL SALUDO DE LOS CONTRARIOS





Lo siguiente salió editado en mi tercer libro, "Manuskritos desde una Calle Vedada" (Kipuy Editores, 2009), y lo quiero compartir hoy con uds.



Las tribunas desaparecen en un solo de pica-pica, banderas y petardos. Todo el estadio se remece como un gran temblor de corazones incontenibles.  El grito de la hinchada se desnuda y convulsiona en un gran espasmo generalizado… Ha salido el Sport Boys del Callao.

El domingo 22 de Octubre de 1972, me fui con mi hermano Cesar al Estadio Nacional, al ‘coloso de José Díaz’, a ver a nuestro querido Boys. Ya habíamos ido antes a otros encuentros, pero era la primera vez que estábamos dentro de la barra, ahí en Occidente alta, donde un gordo no dejaba de batir el bombo, mientras las matracas daban giros despiadados. Mi mamá se preocupaba mucho de que fuéramos al Estadio. Y su inquietud no era de la nada. Aún estaba fresca la imagen de los cadáveres haciendo fila en las baldosas del Estadio, tras la fatalidad de 1964 durante un Perú-Argentina.    




Aquel año, Walter Flores, los hermanos Quijandría, Daga, Carlos Solís, Campaña, Salguero, Barbadillo, entre tantos otros, se habían vuelto los grandes animadores del certamen. Enfrentaban nada menos que a uno de los equipos más poderosos que se hayan construido en este suelo: el Atlético Defensor Lima, los “cara sucias”, los “tigres” de Breña, un cuadro que vio levantar sus bonos con la entrada de un acaudalado empresario de la pesca, tan millonario y ricachón, que contrató a casi toda la selección peruana que había logrado un elogioso papel en el último mundial y reforzado con otros elementos de renombre, tanto de acá como del extranjero, haciendo de aquel equipo de Breña, casi un imbatible.  Apenas el Defensor comenzaba a marcar goles, los equipos rivales buscaban desesperadamente el túnel de salida y rogaban que el reloj se apresure en marcar los 90 reglamentarios para poder irse a las duchas y lavar los deshonores.



La televisión de esas épocas no acostumbraba a pasar partidos de nuestro Descentralizado de futbol. Yo veía el Hombre Par, nos reíamos con el Tornillo y mi mamá veía sus telenovelas mexicanas. Los partidos se seguían por radio. No eran tiempos del CMD o de los reportes “en directo”, en donde te pasan los previos y las repeticiones instantáneas, te transmiten en simultáneo 5 partidos y donde los comentaristas locales, en una seria desorientación geográfica, lo hablan todo como argentinos.  Por ello, había que ir al Estadio, a ese santuario de la pelota que todavía no se volvía el templo de nuestros más sonados fracasos en el ‘viril’ deporte del balónpie.

 

“Tengo dos problemas para jugar al fútbol.
Uno es  la pierna izquierda. 
El otro es… la pierna derecha”
(Roberto Fontanarrosa – humorista argentino)  


La televisión de esa época no acostumbraba a pasar partidos de nuestro Descentralizado de El Sport Boys está en el campo, haciendo sus previos respectivos, mientras la Barra comienza a hilvanar sus cánticos. En eso, sale el equipo rival, sale el Defensor Lima, con su inmaculada combinación de granate y blanco. Salen los ‘cara sucias’ y todo Occidente es un solo de rechiflas, improperios y pullas. Los oprobios saltan de un lado y otro. Se da una competencia interminable y sandunguera por ver quien lanza el insulto más ingenioso. 

- Burella, loca lloronaa!! –gritaba el jefe de la barra rosada. Máxima que estaría repitiéndola una y otra vez durante todo el encuentro, a lo que el extraordinario guardameta granate respondería con una sonrisa.

Los ‘cara sucias’ van al centro del campo y alzan los brazos, saludando a su tribuna, su pequeño atolón de leales que están apostados en Oriente, al frente mismo de nuestros ojos. Burella, Roberto Challe, José Fernández, Pedro Alexis Gonzáles, Francisco Gonzáles, Miguel Ángel Tojo, Converti... saludan a su ruidosa barra. Sus adeptos los reciben con aplausos y vítores, serpentina y más petardos. En eso, todo el dream team de Breña, da la vuelta con intensiones de saludar a la tribuna donde estábamos todos nosotros, todo ese pueblo ‘rosado’ en epiléptico estado de gracia. Era el saludo de los contrarios. En esos momentos yo pensé: que huevones, ni que se atrevan a saludarnos, los van a pifiar con más ganas… Los ‘cara sucias’ levantan los brazos ante la tribuna rosada y toda la barra del Boys, toda la tribuna en pleno, incluyendo mi hermano y el jefe de Barra, se ponen de pie y les dan, para mi sorpresa, una cerrada y respetuosísima ovación.  Fue hermoso. De pronto me sentí como en un mundo irreal donde todos somos capaces de poder ver con respeto a nuestros contrincantes deportivos y saber distinguir entre un simple juego y la vida real y cotidiana. Era respeto, era admiración hacia un cuadro que estaba tumbando rivales como espantajos, como indefensos muñequitos de torta; equipo imbatible que parecía salir a la cancha diciendo “¿por cuanto ganaremos hoy?”.  

No obstante, en aquella oportunidad el triunfo les fue esquivo. Es más, el Boys estuvo mucho más cerca de la victoria, pero el encuentro terminó 0 a 0. Un partidazo. Pero en esos momentos ya no me importaba mucho. Me hubiera dado igual si hubieran perdido por 3 o por 5 goles, porque ya me habían dado la más bella lección de respeto y humildad, la más hermosa reprimenda que ganó por goleada a la insensatez, en donde me sentí mucho más hincha del Boys y con una mayor pleitesía por sus colores, por su historia y por sus partidarios.



“No hay en el suelo chalaco
un sólo muchacho con más de un pulmón
que no ande ronco los lunes
por tantos chimpunes que dio al Sport Boys”
(‘Carreta’ Jorge Pérez)



Esa temporada, el Sport Boys del Callao, quedó en décimo tercer lugar y Defensor Lima, como era de esperarse, terminó entre los primeros. Aquel año el Campeón fue el Club Sporting Cristal.

Con el tiempo me fui apartando del fútbol y de todo lo que se le parezca. Pero igual vi cómo campeonaba Perú en la Copa América del 75, la hermosa campaña del Boys en el 76, la clasificación de Perú a Argentina 78, el último título del Boys en 1984 y, bueno… vendrían luego los más recientes descalabros nacionales, con sus escándalos, borracheras, orgullos batidos y arcos vapuleados; gente para quienes la camiseta es sólo un trapo que te pones pa’ no jugar calato.

En 1987, mi querido Boys, el Sport Boys de mis amores y mis desconsuelos, inició  ese trágico vaivén de perder la categoría y regresar a la Profesional… Hasta que, al menos hasta el día de hoy, se ha quedado como un residente porfiado de la Segunda División del Fútbol Peruano. De todas formas, en cada juego se juega la esperanza, esa antigua dama que a veces se esconde en los puertos más olvidados o detrás de una modesta pelota.