La cola se hacía cada
vez más y más extensa. Nadie de nosotros podía ocultar el enorme entusiasmo ante el
suceso que estábamos todos por ver. No era una película, no era un Documental
de Rock… Para todos los allí que esperaban, esto era UN CONCIERTO … Un enorme
Festival donde íbamos a ver a Gary Numan, Toyah Wilkox, OMD, Steel Pulse, Devo,
The Police, The Cramps, Chelsea, 999, Athletico Spizz80, Surf Punks, Invisible
Sex, Wall of Voodoo y cien más… Nuestra soledad en la pradera de la música, nos
hacía ver estos fortuitos sucesos como si fueran lo más importante del
Universo. Ya lo habíamos sentido al ver Woodstock, Monterrey Pop o Pink Floyd
en Pompeya. Nuestro aislamiento del mundo del rock nos empujaba a vivir entre
la fantasía y la resignación, entre tener que soportar las casi nulas ediciones
locales de discos de rock (muchas de ellas mutiladas) y la ausencia de grupos
peruanos o conciertos locales, que se dignen en alzar el cuello por entre tanta
afonía y nuestra ancestral costumbre imitativa.
“Urgh!
A Music War”
se estrenó en nuestro país a inicio de los 80’s. La presentaban como el haz de luz que separaba una década de la otra (la antítesis de los 70’s, lo llamaban algunos). La primera vez la
vi en un cine de Lima. Luego la vi en una sala de Miraflores (luego la vería en
cuanta sala la presenten). En la primera, la gente estaba muy entusiasta. Pero
en el segundo el público era un apocalipsis incontrolable. Algunos muchachos
habían ido con el atavío de rigor, las camisetas conmemorativas, los pantalones
rotos y los pelos parados. Saltaban, cantaban, se tiraban al suelo… Por alguna
dichosa razón, yo no podía dejar de sonreír. Hasta allá me fui con mi compadre
de andanzas el Edwin Núñez, quien luego será más conocido por el alias de Edwin Zcuela, cuando formó su banda Zcuela Crrada en 1984. Ambos ya
teníamos la suficiente sapiencia contracultural como para poder disfrutar al
100% de tan tremendo monumento fílmico. Claro, en esos días ambos seguíamos
siendo unos incondicionales fans de Bruce Springsteen, los Faces y el rock
progresivo (cosa que no cambió nunca).
Urgh! la vi varias veces.
Y en cada una se repetía la misma y muy entusiasta respuesta. Lógicamente había
a quienes la película les parecía todo un asco. Mientras uno hacía cola, te
cruzabas con los que salían de la función anterior. Y no faltaban algunos que a
viva fuerza vociferaban: “¡Esta película es una mierda!”… Otro, un badajuelo y hipposo
pelilargo de modales igual de perdularios, decía: “¡Que grupos más malos! ¡No
entren, no pierdan su tiempo! ¡Todo eso es una cagada!”… Y lo decían con tal
bronca y convicción que simplemente te daba pena ver a esos pobres
sujetos sintiéndose estafados. Seguramente, alguno de aquellos irritados
ciudadanos, habrá visto en Urgh, el futuro de la música… Habrá visto que la vida ha
seguido caminando sin ellos, y que los nuevos sones llegaban con la amenaza de
poner en olvido todo lo anterior.
Lógicamente, los que
ya habíamos visto la película y estábamos regresando para verla de nuevo, sonreíamos
ante estos arranques de energúmeno disgusto. Nosotros ya habíamos encontrado un
resquicio en ese encierro tan lacrado que significaba el ser joven en Lima a
inicio de los 80’s. La vida nos estaba mostrando una salida. Y ante estas
nuevas corrientes que llegaban, la vida nos estaba dando a comprobar que no
estábamos ni tan locos, ni tan confundidos, ni tan solos. --- (Daniel F)