Cuando es día de concierto, nos mandan
la movilidad y unos señores se encargan que no tenga fatigas innecesarias, cargando ellos los instrumentos, maletas, vituallas y utensilios. Para provincia me trasladan en avión, me recogen del
Aeropuerto, cargan mis cacharpas y me abren las puertas del auto. La Seguridad
(encarnada en tipos de rostros serios y pistolas ocultas), cuidarán de mí cual
si fuera un personaje de lustre y nombradía. Luego me llevarán al Hotel,
visitaré los mejores restaurantes y me tratarán como si fuera de la realeza...
Pero esa “celebridad” se tiene que acabar junto con el concierto. El resto de
los días, eres como cualquier ciudadano de a pié. Anónimo, con los pies lejos
de los aplausos y abrazando a tu chica como cualquier otro mortal. Tienes que
serlo. La celebridad no tiene porqué subyugarte. La “fama” es una burbujita
que, si te la crees, te traga.
El punk rock de 1976 se forjó en las
candelas del anti-estrellato, en los discursos de una nueva visión que
pretendía rescatar al rock and roll de las garras de la autocomplacencia, del
aburrimiento y de lo snob. Muchos de aquellos que se enrolaron en
sus imperdibles, lo hicieron bajo el discurso del rechazo y la negación ante
preceptos como “la fama”. Ser “famoso”, popular o volverse un poster en la
pared, estaba totalmente prohibido.
Lo que no tuvieron en cuenta los
ideólogos del punk, es que no basta la honestidad para hacer realidad este tipo
de muros. Y que por el contrario, la honradez será el más sólido adherente para
que, sin que lo hayas solicitado, te conviertas en una “celebridad”. Ya lo
habían probado los Stones, Elvis, los Beatles, Bowie, Dylan, Nirvana o Greenday,
quienes comenzaron cantando a ras de pueblo, hasta que la gente comenzó a
invadir sus proscenios, para abrazarlos, besarlos y tirarlos al piso, una de
las pocas maneras que tenemos los fans de demostrarles a nuestros ídolos cuánto
los queremos.
- Esos Beatles deben ser unos maricones –decía
alguien en mi barrio al ponernos a mirar “A Hard
Day's Night”, una comedia de 1964, en plena Beatlemanía, donde las escenas de
chicas correteando a los 4 de Liverpool, se repiten una y otra vez.
Lógicamente, mi amigo no tenía la menor idea de lo que expresaba.
Aquellas estampidas del corazón,
terminaban siempre obligando a los artistas, productores y dueños de los
locales, a elevar sus plataformas, alejar al público del artista y a reclutar a
todo un ejército de salvaguardias para cuidar que nada malo ocurra. Tienen que
cuidar al “celebridad”. Y esto es una historia que, en el rock (en el mundo de
la música en general), se repite constantemente.
Jimmy Pursey, y la banda inglesa Sham 69,
comenzaron con el entusiasmo y displicencia afines a la edad y a las nuevas
elocuencias que traía el punk rock en 1977. El problema fue que los Sham 69 (a
diferencia de tantos conjuntos desechables del punk), eran buenos, talentosos y
dueños de canciones maravillosas. Jimmy Pursey es un tipo honesto, un
compositor envidiable y siempre confrontacional. Y el ser honesto y fiel a sus
principios en un mundo de mentiras, generalmente lleva a que terminen
admirándote. Se volvió popular, “famoso”, un poster urgente en las paredes de
los chicos que deseaban creer en algo o en alguien. La prensa lo buscaba para
fotos y los fanzines le solicitaban entrevistas. De pronto, los espectáculos de
Sham 69 se volvieron batahólicos, trifulcas masivas de admiración y cariño
hacia ese personaje tan distinto. Los conciertos (como casi todos los
conciertos punk y skinhead de la época) eran a ras de suelo, sin proscenios tan
elevados ni alejados de la gente, tal y como lo mandaban las premisas punkis de
“no estar más alto ni más lejos del público”.
Ante todo esto, Jimmy comenzó a sentir
temor, temor de subir a un escenario. Temor a tanto afecto y a tan impetuosa
respuesta. Se postergaron algunos conciertos y hubo reuniones forzosas para
evaluar aquella inédita situación. ¿Qué hacemos si el punk se vuelve famoso,
querido y respetado?... Al final eligieron lo más natural en el mundo de la
música: proscenios más altos, más lejos, sembrar tipos grandotes para la
seguridad, limitar el acceso a la gente… Vale decir, las mismas premisas de
aquello que pensaban rechazar por siempre, pero cuyas motivaciones ignoraban
por completo.
Jimmy Pursey, aceptando su "celebridad"... |
La “celebridad”, la notoriedad, “la
fama”, no llega porque uno quiera. No se acercará a nosotros porque uno lo
desee. Ya verá ella si nos corteja o nos ignora. La fama, “la Industria de la
Celebridad” de la que hablaba Mariátegui, seguirá siendo esa indiferente dama
al pie de un farol en una noche de niebla, impasible, fumando, sonriendo ante
el embobamiento de sus potenciales feligreses.
Ya era tiempo que escribas algo, F. Tas hueviando mucho. Suerte en ICA.
ResponderEliminarAndo un poco ocupado con mis dos nuevos libros y la música. Sorry.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarManya. La anécdota sobre Pursey la contaste hace algunos años: en la presentación de El Zafiro de las Galas en el Teatro Raimondi, previo a que interpretaras "En Las Fauces de Nombradía"
ResponderEliminarcierto... es una historia muy clara frente a algo como "la fama", más viniendo de alguien tan bacán como Jimmy.
EliminarUn fan mató a Lennon, uno loco pero fan al fin y Lennon andaba sin guardaespaldas, cualquiera podía acercarse a él si se lo cruzaba por ahí... hay un momento en el que necesitas poner esa distancia de la gente porque ellos ya te ven como un igual, te ven como un ídolo, un dios? Mejor famoso pero nunca tanto. Saludos Daniel, siempre leo lo que escribes acá. No soy fan pero respeto lo que haces y me gusta cómo escribes.
ResponderEliminarGracias, Willy. Gracias por escribir.
EliminarMuy bueno mi hermano "La Industria de la Celebridad" es una realidad que pocos fanáticos pueden ver ... Por otra parte pocas celebridades no pueden entender la nesecidad del fanático de poder compartir de alguna manera con uds no lo digo por ti .. mi hermano tu eres un tipaso ... Con Tigo hasta nos mandamos a la mierda en pleno concierto .. sigue así siendo único y sigue escribiendo, éxitos.
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